Salida con calma desdepues del desayuno. Pasado Samos buscamos el camino. Hasta Sarría con algún repechón de importancia pero por unos parajes solitarios preciosos y tranquilos.En este viaje he tomado conciencia de lo que es realmente disfrutar de lo que te rodea. No hay forma de conocer todos los lugares por donde pasamos si no es así. Me imagino que andando es muchísimo más enriquecedor. Te quedas embelesado de lo que te rodea. Sólo estás la bicicleta, la mochila y tu. En ese momento eres el más feliz del universo,y si además cumples un sueño junto a tu padre no hay palabras.
En Sarriá la cosa se complica de verás. No hay puertos de montaña pero el camino se convierte en un subir y bajar montes, en plan montaña rusa que deja las piernas de aquella manera. Mi padre lo acusa enormemente y ralentizamos la marcha. Hacemos muchas paradas, no es plan de padecer. En Portomarín comemos y decidimos seguir por la tarde. Quizas aquí no fue tan acertado. El calor y las cuestas hacia Palas de Rei hacen su trabajo. Decido parar en Ligonde a 6 km de Palas de Rei. Había alojamiento. Curiosa Hospitalera que nos lava la ropa y nos la seca dejándola doblada sobre nuestra cama. Por la noche un ratón de campo hace de las suyas y se mete en mi mochila a comerse una barrita que llevaba. Buen descanso, aunque mi padre apenas come nada un tanto apajarado.
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